Batalla de Espinosa de los Monteros
El primer intento de los franceses por conquistar España había sido un fracaso casi total: en Cataluña se desarrollaba una lucha implacable, Dupont había sido aniquilado en Bailén, Moncey tuvo que retirarse de Valencia y aunque Bessières había obtenido algunas victorias importantes (como Medina de Rioseco), Zaragoza no había caído y en el norte seguía imperando la rebelión. Pero aun recibieron otra mala noticia. Con la derrota de Junot en Vimeiro el 21 de agosto frente a los británicos y la firma del convenio de Sintra, Portugal seguía los pasos de España. A mediados del verano de 1808, las fuerzas imperiales parecían haber escapado por muy poco de ser expulsadas totalmente de la Península.
Napoleón estaba furioso y desconcertado porque la guerra en la Península no se terminaba de desarrollar favorablemente para los franceses y esto perjudicaba seriamente su prestigio en Europa. Por consiguiente decidió acudir él mismo a recuperar la posición a la cabeza de un gran ejército.
Mientras tanto, en España los acontecimientos se habían ido desarrollando a un ritmo muy lento. El rey José y su desmoralizado ejército se mantenían en el Ebro a la espera de que el enemigo acometiese de un momento a otro.
Hasta finales de agosto no se concentraron suficientes fuerzas españolas para comenzar a presionar a los franceses. Pero, incluso entonces, la operación que se llevó a cabo (un ataque a Milagro con el fin de avanzar a lo largo del Ebro) se desarrolló de una manera tan poco convincente, que los franceses la rechazaron enseguida y pensaron que se trataba de un simple ataque de diversión. Hasta tres semanas después no se reanudaron las operaciones. Esta vez la acción comenzó en Reinosa, al otro extremo de la línea del rey José, donde el general Blake había reunido 32.000 soldados gallegos y asturianos.
Aunque las juntas le habían pedido que cooperase con las demás fuerzas, Blake decidió actuar por su cuenta, y el 10 de septiembre inició su avance con intención de tomar Bilbao y, provocando al enemigo en Vizcaya, envolver su flanco derecho. Diez días después, su vanguardia se apoderó de la ciudad y Jourdan, jefe del estado mayor de José Bonaparte, respondió enviando más tropas al alto Ebro, donde se unieron a los primeros refuerzos de Napoleón llegados de Alemania.
El mariscal Ney lanzó un contraataque con 10000 hombres. Expulsó a la vanguardia gallega de Bilbao y la hizo retroceder; pero, como no quería arriesgarse a entablar batalla con todo el ejército de Blake, dejó 3.000 soldados en la ciudad y volvió al Ebro, estableciendo su posición frente a los 10000 españoles que mantenía el general Pignatelli en Logroño.
Mientras tanto, Blake había vuelto a tomar la ofensiva en Vizcaya. Al ver que los atacantes eran superiores en número, el general Merlin evacuó Bilbao el 11 de octubre y se retiró a Durango, donde recibió refuerzos y presentó batalla. El comandante español destacó entonces casi 11000 hombres para evitar que cualquier contingente francés pudiera aproximarse por Vitoria y, tras esperar indeciso hasta finales de octubre, reanudó el avance. Sin embargo, Blake descubrió que las escasas fuerzas de Merlin habían sido reemplazadas por tres divisiones enteras bajo el mando del mariscal Lefebvre y que el cuerpo de ejército del mariscal Victor también había avanzado y amenazaba su flanco derecho. Estos dos comandantes franceses tenían órdenes estrictas del propio Napoleón de no emprender ninguna acción ofensiva hasta que él diese la señal, pero Lefebvre decidió probar suerte antes. Atacando de repente, hizo retroceder a Blake; pero, incapaz de hacerse con el cuerpo principal de su oponente, no tuvo más remedio que retirarse a Bilbao, sin darse cuenta de que, al dejar combatir con los 8000 hombres del flanco derecho español, había quedado atrapado en los pasos de las montañas. Preocupado por la seguridad de su fuerza principal, Blake lanzó inmediatamente un contraataque para cubrir la retirada de ésta, y en la lucha consiguiente la retaguardia del cuerpo de ejército de Lefebvre quedó detenida por las columnas hostiles que la atacaban por ambos lados. Indignado, el duque de Danzig hizo retroceder enseguida sus divisiones para liberar a los rezagados y, uniéndose a Victor, se lanzó en persecución del ejército gallego en retirada.
Cuando el comandante español se detuvo por fin, en Espinosa de los Monteros, para enfrentarse a los mariscales franceses que le perseguían, sus tropas habían quedado reducidas a 23000 hombres con seis cañones. El 10 de noviembre, la vanguardia de Victor realizó un primer intento contra la posición enemiga, pero fue rechazado tras dos horas de agotadora lucha. Por la tarde volvió a atacar con más tropas de su propio cuerpo de ejército que acababan de llegar, pero tuvo que retirarse otra vez. Sin embargo, al día siguiente, en vez de asaltar el centro y la derecha del enemigo, como había hecho antes, se dirigió hacia el flanco izquierdo y se lanzó a un ataque de frente. El resultado fue decisivo. Los hombres de Blake situados en ese lado abandonaron su puesto precipitadamente y los franceses arrollaron toda la línea gallega y la pusieron en fuga. Cuando el español consiguió reunir a los fugitivos en Reinosa no tenía ya más que 2000 hombres totalmente agotados y había perdido la artillería. Los franceses sufrieron unas 1000 bajas, la mayoría de ellas el 10 de noviembre.