La lanza
Comenzamos esta descripción por una de las armas más antiguas, la lanza, que se recuperó en las Guerras Napoleónicas. Antes de mediados del siglo XVII la lanza, una de las armas más antiguas de la caballería, desapareció de las guerras de Europa Occidental. En Europa Oriental fue ante todo un arma polaca, de donde finalmente se extendió otra vez hacia el oeste. En el periodo Napoleónico la mayoría de las fuerzas más importantes formaron varios tipos de regimientos de lanceros, compuestos mayoritariamente por polacos uniformados al estilo polaco, aunque esas unidades eran pequeñas. Sólo Francia y Rusia formaron considerables números de lanceros después de 1811, ya que el uso de una lanza requiere una habilidad particular y circunstancias particulares para ser realmente efectivo. La lanza sólo era eficaz contra la caballería enemiga si el enemigo no podía "girar la lanza". Una vez que la lanza estaba girada y el enemigo había llegado a distancia de sable, el lancero era casi incapaz de defenderse. Contra la infantería el lancero era mortal. Cuando había mal tiempo, los soldados disparaban con dificultad y los lanceros podían atacar a la infantería formada en cuadros, y era además capaz de atacar desde más distancia que el alcance de una bayoneta. Los lanceros también eran efectivos contra las dotaciones de artillería, que podían ser ensartados hasta cuando estaban tendidos boca abajo o escondidos debajo de sus cañones u armones (los cuales normalmente ofrecían algo de protección contra caballería normal).