La contrucción de los fuertes

LA CONSTRUCCIÓN LOS FUERTES Y SUS CONSECUENCIAS SOBRE EL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO SALMANTINO
Mª NIEVES RUPÉREZ ALMAJANO
Fac. Geografía e Historia. Universidad de Salamanca
SALAMANCA, Revista de Estudios, 40, 1997

Plano de Salamanca en 1812La acción destructiva ocasionada en diferentes colegios, conventos y edificios públicos y privados de Salamanca por los masivos acuartelamientos de ropas en el transcurso de 1809 y los primeros meses de 1810, se verá notablemente incrementada con la decisión de las autoridades militares francesas de construir una ciudadela o recinto fortificado. El objetivo era asegurar su dominio sobre la ciudad, aún cuando la campaña de Portugal les obligase a reducir sus efectivos al mínimo, y para ello era imprescindible proporcionar a la guarnición que quedase en la plaza una protección adecuada frente a eventuales ataques de las guerrillas o de las tropas nacionales, hasta que pudiese recibir refuerzos. Los acontecimientos de los últimos meses de 1809 habían demostrado claramente a los generales franceses la inconsistencia del apoyo del pueblo salmantino al nuevo gobierno, cuya sumisión dependía exclusivamente de la presencia de una fuerza armada. No se trataba, pues, de defender a los ciudadanos sino de defenderse de los mismos o de sus posibles aliados y, al mismo tiempo, de poder someterlos; por consiguiente, no se plantean una fortificación de toda la ciudad -fuera de lugar en este caso-, sino exclusivamente de un sector, que como consecuencia sufrirá una importante transformación urbanística para adecuarse a los nuevos requerimientos militares.

El lugar elegido fue el monasterio benedictino de San Vicente, por las inmejorables condiciones estratégicas que ofrecía su emplazamiento. Se encontraba sobre el teso de su nombre, en el extremo suroccidental del recinto amurallado, lo que permitiría poder controlar el paso del puente. El terreno formaba allí un promontorio elevado a más de sesenta pies de la ribera del Tormes en brusca pendiente, y con grandes desniveles también hacia el este y el oeste. Estas vertientes tan escarpadas habían condicionado el aprovechamiento del suelo urbano, que presentaba menor densidad de ocupación que en otras zonas, debido también a su alejamiento del centro urbano y a la presencia de la esgueva de los Milagros, lo cual era otra ventaja. Las edificaciones aumentaban hacia el norte, con un claro predominio institucional frente a la vivienda privada, como en toda la mitad meridional.

Lo más cercano al monasterio de San Vicente era el convento femenino de Santa Ana, de su misma orden, y junto a él estaba el convento de dominicas de la Penitencia. Sus características constructivas nos son desconocidas, si bien, a juzgar por algunas reparaciones realizadas en el siglo XVIII, su estado de conservación dejaba mucho que desear. A ambos lados de estos conventos había manzanas de casas, separadas por las correspondientes calles; un poco más al norte, se levantaba el colegio de los Ángeles, el de San Patricio de nobles Irlandeses, adquirido en 1775 por el militar de San Juan, y un poco más arriba el mayor de Fonseca, dedicado a hospital general. Entre ellos se extendían las posesiones del Hospicio real, que desde 1785 había ampliado su sede original en el primitivo colegio de los jesuitas con la incorporación del edificio del colegio de la Magdalena y toda la manzana de casas que había junto a él, para instalar allí los expósitos y la casa galera. Al iniciarse la contienda apenas habían concluido las obras de adaptación de estas adquisiciones, en las que se habían invertido más de 400.000 reales. Todo este barrio se conocía como las "peñuelas de San Blas", denominación que alude tanto al carácter accidentado y pedregoso del terreno como a la advocación de la parroquia que lo agrupaba, una antigua iglesia románica que había sido totalmente reconstruida entre 1765 y 1770. Completaba la ocupación de esta zona el convento de San Francisco, cuyo terreno se extendía hasta el arroyo.

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