La atención médica

Los servicios médicos en las guerras napoleónicas eran básicos por no decir primitivos. Había pocos conocimientos sobre higiene, los antibióticos no existían y el tratamiento más común cuando la herida era grave era la amputación de miembros.

Si un soldado sobrevivía a la batalla pero estaba herido, es probable que muriera a causa de una infección.

Los soldados heridos eran recogidos del campo de batalla días después de que ésta hubiera terminado y tenían que soportar no sólo el dolor de las heridas sino también la sed, el sol, las moscas y la pérdida de sangre.

Luego venían un doloroso y agonizante viaje hacia un hospital de campaña en el que hombres sin demasiados conocimientos y saturados de trabajo hacían lo que podían por salvarlos.

Los lectores modernos se sorprenderán de la fortaleza mostrada por los soldados heridos que, a pesar de las espantosas heridas, a menudo salían del campo de batalla por su propio pie.

Los testimonios de primera mano sobre amputaciones también destacan el tremendo valor de los hombres en una época donde la anestesia era desconocida. Los mitigadores del dolor más habituales eran el ron o el brandy. Los pacientes también se ponían un pedazo de madera en la boca para no morderse la lengua.

Hay diarios donde se cuenta que vieron a un soldado británico cantar mientras le amputaban la pierna por debajo de la rodilla.

Muchos soldados se mantenían en silencio mientras se les amputaba pues estaba muy mal visto que uno se quejara cuando el cirujano hacia su trabajo. De hecho a los soldados rusos se les prohibía explícitamente articular ningún sonido mientras se les operaba.

Otros cuentan que vieron a un oficial británico jurando durante veinte minutos mientras un cirujano luchaba por amputar la extremidad con una sierra que había perdido el filo después de todo un día de uso continuado. Al final el oficial le dio las gracias al médico por soportar sus juramentos.

Ese oficial era el mayor George Napier, que dijo al respecto de su terrible experiencia:

"Debo confesar que no soporté la amputación como debería, ya que hice demasiado ruido cuando el cuchillo cortó la piel y el músculo."

"En serio, te lo aseguro, fue una vergüenza porque no fui capaz de mantenerme callado."

En otro diario cuentan como un soldado británico golpeó con su brazo recién amputado a un soldado francés que estaba al lado porque se quejaba cuando le estaban extrayendo una bala.

Hay descripciones de brazos serrados, de manos y piernas que se tiraban cruelmente por la ventana debajo de la cual estaban esperando otros heridos.

Más terrible aun es el dato de que de los hombres que sufrían una amputación sólo la tercera parte sobrevivía.

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