La atención médica

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CIRUGÍA

Los horrores de una amputación ni se pueden imaginar; pensar en un hombre consciente, agarrado por otros cuatro y al que le están cortando un brazo o una pierna es simplemente aterrador.

Sin embargo la amputación era la única elección para aquellos soldados que habían sufrido roturas de hueso graves que le dejaban con pocas posibilidades de recuperar la extremidad herida.

Algunos médicos pensaban que era mejor esperar a ver si la herida se podía curar con el tiempo, pero otros, como Dominique Larrey, aconsejaban la amputación inmediata.

Aunque ésta parece una opinión ciertamente precipitada, Dominique Larrey era un reputado cirujano que sabía muy bien cuando un hombre se podía recuperar o no.

Actuando mientras el la zona alrededor de la herida estaba todavía entumecida, el tejido sano se podía cortar produciendo mucho menos dolor. Un hombre en estado de shock tenía un presión sanguínea más baja por lo que se reducía el flujo de sangre y por tanto la posibilidad de desangrarse.

Una tercera razón para la amputación inmediata era que ésta eliminaba la suciedad y por lo tanto la infección, con lo que la recuperación podía ser mucho más rápida.

Una vez que el soldado estaba bien sujeto en la camilla, se le ponía un torniquete de cuero a unos 8 cm por encima del lugar donde se iba a producir el corte.

Se usaba un cuchillo para cortar hasta el hueso, se apartaban las arterias y luego el cirujano comenzaba a serrar el hueso.

Había dos tipos de sierras de amputación, una más grande para cortar el hueso del muslo o fémur, y una más pequeña para cortar los huesos menores de piernas y brazos. Normalmente se tardaba un minuto en serrar un hueso grande.

Luego se cosían las arterías, se aplicaba un vendaje y el muñón se cubría con una caperuza de lana.

TRATAMIENTO DE LAS HERIDAS

Las heridas abiertas se trataban usando un vendaje en mariposa que se hacía con una especie de tirita y vendas. Se pegaba a un lado de la herida, se tiraba fuerte hasta que se uniera con el otro lado y se pegaba. Con el vendaje se ayudaba a mantener la tirita en su sitio hasta que la herida cicatrizara.

Si la herida era muy grande había que suturar. El hilo de sutura se hacía de algodón o de los tendones de animales.

Las bayonetas, espadas y cuchillos dejaban heridas profundas que normalmente eran fatales si estaban en el pecho o el abdomen ya que los médicos poco podían hacer en ese caso. Este tipo de heridas se dejaban sangrar durante un rato, luego se procedía a retirar la suciedad o los trozos de ropa, lo que en muchos casos lo único que hacía era agrandar la herida y poner las cosas peor.

Incluso ligeras heridas de bala podían ser mortales dadas las altas probabilidades de que se produjera una infección al entrar suciedad o trozos de tela con la bala. Si la bala llegaba al hueso las esquirlas se unían al peligro bacteriano y además estaba el riesgo de desangrarse sin remedio.

Las balas que penetraban más allá del alcance de los dedos del cirujano se dejaban dentro. Muchos veteranos llevaban los proyectiles dentro de su cuerpo durante el resto de su vida.

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