Puente de Cabezón de Pisuerga

EL FRACASO ESPAÑOL EN LA ACCIÓN DEL PUENTE DE CABEZÓN DE PISUERGA

En el plan general de Napoleón de mayo de 1808, al mariscal Bessières, duque de Istria, se le asignó la tarea de someter las provincias septentrionales. Con 15000 hombres a su disposición, Bessières se dirigió rápidamente a sofocar la insurrección en el valle del Ebro y en Castilla la Vieja, y el 2 de junio una de sus columnas se hallaba ya dominando la resistencia en Logroño. Mientras tanto, el general Merle marchó con otro destacamento de Burgos a Santander y, tras reprimir el levantamiento hasta Reinosa, volvió atrás para ocuparse de la rebelión en Valladolid, que podía resultar más peligrosa.

En esta provincia, el general Cuesta había agrupado 5000 españoles bajo el pomposo nombre de "Ejército de Castilla"; pero, en realidad, no contaba más que con cuatro piezas de artillería y 300 soldados de caballería veteranos; el resto de sus fuerzas eran voluntarios inexpertos y con muy poca instrucción militar. No obstante, el anciano oficial español estaba decidido a tomar la ofensiva, por lo que se dirigió hacia el este para bloquear el camino de Burgos a Madrid. El primer choque se produjo en el puente de Cabezón, donde la carretera Valladolid-Burgos cruza el río Pisuerga. El destacamento de Merle se había unido a las fuerzas de un enérgico oficial francés, Antoine Lasalle, que se puso al mando de todas las unidades. Cuando, con los 9000 hombres aproximadamente que había concentrado, Lasalle se disponía a avanzar contra Cuesta, descubrió que los españoles habían cometido la imprudencia de cruzar el río y le presentaban batalla. Lo más acertado hubiera sido esperar en la otra orilla o haber destruido el puente, pero tanto Cuesta como sus soldados estaban impacientes por combatir a los invasores y no tuvieron en cuenta las horribles circunstancias bajo las que iban a hacerlo: la única línea de retirada era un estrecho y solitario puente y no estaban preparados en absoluto para enfrentarse a una fuerza disciplinada de soldados profesionales que casi les doblaba en número.

El 12 de junio por la mañana, la caballería de Lasalle se lanzó al ataque, y en cuestión de minutos el ansiado combate llegó a su fin. Como era de esperar, los expertos reclutas españoles fueron barridos por las decididas tropas francesas, que rompieron, dispersaron y exterminaron una tras otra a todas sus unidades. Perseguidos por los jinetes enemigos, los lastimosos restos del "Ejército de Castilla" huyeron en tropel hacia el otro lado del río y por la carretera de Valladolid. Con todas sus fuerzas hechas pedazos, Cuesta no pudo ofrecer más resistencia y Lasalle entró triunfante en la ciudad, obligando a los españoles a continuar su lucha más al oeste.

Con menos de cincuenta bajas, Lasalle y Merle habían puesto en fuga a sus oponentes y habían ocupado una de las poblaciones más importantes del norte de España. Después de esta victoria, Lasalle consideró que sus fuerzas suficientes para retener la ciudad y envió a su colega a sofocar la rebelión en la costa cantábrica. Con una habilidad extraordinaria y desplazándose a gran velocidad, Merle aplastó a los milicianos y campesinos armados que intentaban obstruirle el paso y, abriéndose camino por los desfiladeros situados al norte de Reinosa llegó por fin a Santander el 23 de junio. Sin que hubiera pasado un mes desde que iniciaron la campaña, los franceses parecían dominar ya gran parte del norte de la Península, mientras que aturdidos y desmoralizados por las recientes derrotas, los españoles tuvieron que esperar mucho tiempo antes de poder alterar con su lucha el desarrollo del conflicto.