Batalla de Alba de Tormes
Pero la gran victoria que Kellerman pretendía obtener no se produjo. Conscientes de que serían exterminados a menos que alcanzaran el puente, los cuadros españoles se lanzaron a una precipitada retirada en cuanto comenzó a anochecer. Aunque cayeron muchos hombres, la mayoría consiguió llegar hasta la posición de Del Parque. De todas formas, sin haber perdido más que 300 soldados, Kellerman había causado a su adversario más de 3000 bajas, apoderándose, además, de nueve cañones, gran cantidad de bagaje y cinco estandartes. Si su infantería hubiese llegado tan solo unos minutos antes, el triunfo hubiera sido aun mayor; no obstante, los primeros batallones expulsaron de Alba de Tormes a la retaguardia de Del Parque y ocuparon el puente. Aunque el comandante español de retiró inmediatamente sin oponer la menor resistencia a su victorioso adversario, no tardó en advertir que la batalla había tenido un efecto catastrófrico en la moral de sus hombres: durante la noche, las tres divisiones que participaron en los combates se dispersaron y huyeron en todas las direcciones. Cuando, a finales de dicembre, Del Parque restableció por fin la cohesión de sus tropas, sólo se habían integrado a sus unidades 26.000 hombres de los 29.000 que salieron de Alba de Tormes. Obligado a pasar el invierno en las sierras situadas entre Ciudad Rodrigo y Plasencia, el Ejército de la Izquierda fue víctima de la falta de alimentos, el frío y las enfermedades y, a finales de enero, estaba formado por solo 17000 soldados, la mayoría de los cuales se hallaban enfermos.
En este desgraciado combate, tan glorioso para la infantería, destacaron los regimientos españoles del Príncipe, Princesa, Gerona, Zaragoza y Navarra, que formaban parte de la vanguardia y 2ª División.
Los españoles solamente lograron salvar dos piezas de artillería gracias al valor y serenidad de los artilleros conductores Pedro Vasconte y Ginés López. El primero volcó el armón para que no pudiese llevárselo el enemigo, salvando el obús, no sin recibir un sablazo en la cabeza. El segundo consiguió retirar la pieza de la izquierda, a pesar de hallarse rodeado de enemigos. El brillante comportamiento de estos dos valientes artilleros fue recompensado con una pensión vitalicia y el honroso distintivo de llevar en el brazo un escudo con un obús volcado para el primero y un cañón con su cureña el segundo.) (Véase "Guía del artillero", por Miguel Michel y Osma, quien lo tomó a su vez del Archivo del Ministerio de la Guerra).
La batalla de Alba de Tormes figura en el Arco de triunfo de París donde se plasman las victorias de los ejércitos de Napoleón.