Lineas vs Columnas

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En segundo lugar, para evitar que los voltigueurs (infantería ligera francesa) explorasen la posición británica y descargasen su devastadora fusilería, se situaba una cobertura de infantería ligera delante de la línea principal. A las compañías ligeras de los diversos batallones británicos que formaban aparte de la fuerza aliada se unían cientos de caçadores portugueses y los fusileros del 95 Regimiento y del 5º Batallón del 60. De esta forma, se creaba una barrera de protección tan densa que los voltigueurs casi no podían atravesarla. De hecho, esta cobertura de infantería ligera de Wellington solía tener tales dimensiones que los oficiales franceses la confundían con la primera línea del frente y, con frecuencia, señalaban en sus informes que habían conseguido abrir una brecha en ella, cuando en realidad iban a ser rechazados por la verdadera.

Una vez atenuada la acometida de las fuerzas francesas, los aliados sólo tenían que ocuparse de las columnas que consiguiesen avanzar. "Muy deprisa, sin estudiar la posición, y sin tiempo para averiguar si había algún medio de atacar por los flancos", señalaba Bugeaud, "marchamos hacia delante hasta toparnos de lleno con la verdadera oposición". A medida que las columnas francesas avanzaban, se metían cada vez más bajo el fuego de sus adversarios: la artillería, situada por encima de ellas, las bombardeaba, mientras que los fusileros, y cuando estaban más cerca, los mosqueteros de la cobertura de tropas ligeras aliadas, las acribillaban con fuego emboscado antes de retirarse para dar paso a la infantería pesada que les apoyaba.

Al descubrir una línea intacta frente a ellos, a los comandantes franceses no les quedaba más remedio que volver a desplegar sus tropas bajo el fuego enemigo o tratar de atravesarla. La mayoría elegía esta última opción, aunque no fuese en absoluto aconsejable. Las columnas no podían competir con las líneas en su enfrentamiento con mosquetería y, como pudo comprobar Bugeaud, se arriesgaban a ser acribilladas a balazos.

Los hombres estaban muy excitados, se llamaban unos a otros y comenzaron a marchar más deprisa; la columna era un poco confusa. Los ingleses permanecían silenciosos y en posición de descanso; parecían un largo muro rojo... Enseguida estuvimos más cerca de ellos y gritamos: "¡Vive l'Empereur! ¡En avant! ¡A la baionnette!" Se quitaron los chacós de la boca de los mosquetes, la marcha se convirtió en una carrera, las filas perdieron totalmente el orden y la agitación llegó a ser un tumulto; entonces comenzamos a disparar a medida que avanzábamos. La línea inglesa seguía en silencio, tranquila e inmóvil, y en posición de descanso; incluso cuando nos encontrábamos a menos de 300 metros, parecían ignorar la tormenta que estaba a punto de estallar. El contraste era inquietante; en nuestro fuero interno, todos pensábamos que el enemigo tardaba mucho en disparar y que cuando lo hiciese, por haber esperado tanto, el fuego sería terrible. Nuestro ardor se enfrió. La fuerza desmoralizante de su imperturbable quietud era superior a nosotros. En ese momento de angustiosa expectación, el muro de ingleses apuntó sus armas; una sensación indescriptible mantenía inmovilizados a muchos de nuestros hombres. Comenzaron a disparar a ciegas, mientras las descargas firmes y certeras del enemigo barrían nuestras filas; cuando, diezmados, retrocedimos apara tratar de recobrar el equilibrio, tres formidables hurras rompieron el silencio de nuestros adversarios; al tercero, ya estaban sobre nosotros precipitando nuestra desorganizada desbandada.

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